La escuela "La Bohemia" de 2016 fue un proyecto muy ilusionante, pero fugaz. No obstante, mantenemos siempre aquellos principios en los que se basaba, entre ellos el
ser muy respetuosos con la Naturaleza.
(Boletín del Museo Arqueológico Nacional 32/2014, pág. 357)
"TROZOS DE VIDA"
Esta viñeta, con algo de humor, podría bastar
para plantear sin palabras algunas de las cuestiones que alberga el problema de representar de manera plástica el mundo visible.
¿Y si el mundo a representar sólo lo conocemos a partir
de las huellas encontradas?
¿Podremos seguir las indicaciones de Flaubert, sobre
cómo aproximarnos a la realidad: "observar a fondo hasta lo más insignificante, describir con minuciosidad hasta lo más íntimo"?
¿Qué habríamos visto si hubiéramos estado allí, si
hubiéramos presenciado al menos por un instante aquellos escenarios?
Éste era el reto que tuve el placer de
afrontar en la realización de las ilustraciones destinadas a llenar de luz y de forma los paneles exteriores y de interior de vitrina, de las Salas de Prehistoria, en el Museo Arqueológico
Nacional.
Obligado era representar fielmente los objetos y
herramientas que se muestran en las vitrinas, o de los que hay información veraz. Pero, cuando de lo que se trata es de generar la ilusión (como fenómeno visual) de algo vivo, presente, con una
atmósfera, casi con un aroma (o un hedor) y sin menoscabo de esos datos constatados, del rigor científico, entonces el criterio de valor de la imagen, su función, no es tanto su parecido con el
modelo (en muchos casos, inexistente), sino su eficacia dentro del contexto en el que interactúa. La ilustración se convierte así en escenario, en teatralidad. En una ventana abierta a otro tiempo,
en una instantánea tomada "in situ", en un viaje apasionante en el que recoger trozos de vida.
Escenas suspendidas en el tiempo, que nos permiten
observar los mínimos detalles: una boca que succiona el tuétano de un hueso; un rictus de dolor; dedos encallecidos; una sonrisa contagiosa; manos que gesticulan o reposan en medio de un ágape;
sujetando el arco, el brazo extendido del guerrero, tenso, su mirada precisa, atenta, llena de potencia; los ojos cerrados del niño que duerme; la piel húmeda, impregnada de salitre, de la
mariscadora.
Ciertamente la mirada no es inocente. Nuestra percepción
transita por un complejo itinerario de filtros personales, sociales, de arquetipos universales, condicionada además por una personal configuración de la actividad neuronal, que nos conduce a una
visión cromática particular, única, de la imagen que presenciamos. Pero por esta misma razón, dejando espacio al silencio, abiertos a la sorpresa, al asombro, puede que también a la memoria,
recreamos de manera exclusiva la realidad representada.
Cada trozo de vida se nos revela como una historia
personal y, a su vez, como nuestra propia Pre-Historia. Miradas y gestos generadores de ámbitos de encuentro, que interpelan, que comunican, que nos hacen vibrar. En esa extraña onda empática, casi
sin darnos cuenta, comprendemos la realidad que subyace bajo el epitelio de estas pinceladas sueltas, de las trémulas líneas, de los empastes de color, que fluyen ante nuestros
ojos.
Descubriremos entonces antiguos sonidos de mirlos
sumergidos en las sombras del soto y a las oropéndolas confundidas entre los destellos amarillos de los álamos en otoño. A la chamán aprendiendo a leer formas reconocibles en las grietas y relieves
de una cueva, en las nubes, salmón y púrpura, del atardecer. Absorta al contemplar la refulgente Vega, en el cénit de las noches de verano. Quizá ella también trazó líneas imposibles uniendo los
astros del firmamento, tejiendo posibilidades de futuro.
Realidades fugaces recreadas en inmarcesibles trozos de
vida.
"LA BOHEMIA" echa el cierre...
No corren buenos tiempos para la cultura y el arte.
Con tristeza, dijimos adiós a este ámbito de encuentro que resultó tan enriquecedor para los que lo compartimos.