La figura sublimada de la mujer, siempre inspirado por aquellos versos de Goethe sobre la Sakuntala de la obra de Kalidasa, El reconocimiento de Sakuntala:
"... Si quieres tener la flor de la juventud y el fruto de los años de madurez;
Si deseas aquello que excita y fascina junto con lo sustancial y provechoso;
Si quieres abarcar en un solo nombre el cielo y la tierra:
Pronuncio tu nombre, Sakuntala, y todo queda dicho."
La figura humana me interpela mucho más que la representación del paisaje o los objetos. Una aproximación al misterio de la existencia desde un simbolismo, en ocasiones muy naturalista, aunque sin la pretensión de representar la realidad fenomenológica. Más bien al contrario, plasmando a través de la figura simbólica de la mujer una expresión sublimada de nuestro ser más íntimo en su búsqueda de la armonía, de la paz, de la iluminación, de la verdad.
Porque la búsqueda de la belleza es la manera más radical de aproximarse a la verdad, accedemos así a lo mistérico que nos transciende, transitando como entre velos por un ignoto itinerario, al abrigo de lo bello que nos protege, como un escudo, del terrible abismo de lo insondable. "Ein jeder Engel ist schrecklich" - "Todo ángel es terrible" (Segunda elegía. Elegías de Duíno. Rainer Maria Rilke)
No pretendo hacer pintura religiosa, aunque sean representaciones dentro de un contexto religioso determinado. Esto no me interesa. Me gusta incidir más en el aspecto de lo espiritual. En estos casos el arte ha de cumplir con una función: ser instrumento que vincule con lo transcendente del ser. Y transcendencia no alude necesariamente a la religión, sino a un elemento constitutivo de la misma vida: lo mistérico. Si la imagen conmueve profundamente, entonces hay transmutación: se establece un vínculo real con el misterio.
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